La reciente expansión de los nitazenos en Brasil ha encendido las alarmas de las autoridades nacionales e internacionales. Estos superopioides sintéticos, 50 veces más potentes que el fentanilo, representan una amenaza creciente para la salud pública debido a su alto potencial de sobredosis y adicción.
Aunque el país aún no enfrenta una crisis de opioides como la de Estados Unidos, el aumento en las incautaciones de esta sustancia sugiere que su tráfico y consumo podrían estar en ascenso.
Un estudio reciente, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) en conjunto con el Gobierno de Brasil, reveló que el 95 % de las muestras analizadas en Sao Paulo contenían nitazenos.
Estas sustancias han sido identificadas en distintos estados del país, principalmente en forma de material vegetal seco, lo que indica que su consumo podría estar ligado a la inhalación. Además, su presencia en mercados de drogas en Europa y América del Norte sugiere una red de producción y distribución global sofisticada.
Las autoridades brasileñas han reconocido la urgencia de abordar este problema antes de que se convierta en una crisis de gran escala. Aunque no hay evidencia de una epidemia de opioides en el país, la potencia extrema de los nitazenos y sus efectos adversos, como convulsiones y paro cardíaco, los convierten en una amenaza real.
Ante esta situación, el informe recomienda reforzar la vigilancia, fortalecer los sistemas de detección y establecer una cooperación internacional para frenar su propagación.