En las primeras horas de su segundo mandato, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, revirtió la decisión de Joe Biden de retirar a Cuba de la lista de países promotores del terrorismo. Esta medida restablece las sanciones económicas y restricciones que implican dicha designación, intensificando nuevamente las tensiones entre Washington y La Habana.
El decreto firmado por Trump anuló la orden ejecutiva de Biden del 14 de enero de 2025, la cual había sido emitida como parte de un acercamiento diplomático que incluyó la mediación del Vaticano para liberar presos políticos cubanos.
Sin embargo, Trump justificó su decisión al señalar la presencia en Cuba de miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, quienes han utilizado la isla como base para negociar procesos de paz.
La inclusión de Cuba en la lista de países promotores del terrorismo acarrea severas sanciones, tales como:
• Restricciones en la exportación de bienes estratégicos.
• Prohibición de acceso a armas y materiales de defensa.
• Limitaciones financieras en operaciones internacionales, que afectan gravemente a la economía cubana.
Además, la medida complica las relaciones económicas y comerciales de Cuba con terceros países, debido a las posibles sanciones secundarias.
La decisión de Trump surge luego de una serie de gestos conciliatorios de la administración Biden, que incluyeron la eliminación del límite a las remesas hacia Cuba. A pesar de ello, el gobierno cubano había considerado estas medidas insuficientes, señalando que el bloqueo económico seguía afectando gravemente a la isla.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, calificó la decisión de Trump como un acto de «hostilidad injustificada» y reiteró que Cuba no apoya ni alberga actividades terroristas.
«Es un retroceso en las relaciones bilaterales y una muestra de cómo la política exterior de EE.UU. sigue siendo rehén de sectores extremistas», declaró Rodríguez.
Por su parte, organizaciones internacionales y aliados de Cuba han expresado preocupación por el impacto que esta decisión tendrá en la población cubana, ya afectada por la crisis económica global y las restricciones impuestas durante la pandemia.
En su discurso en la Casa Blanca, Trump reafirmó su postura de línea dura hacia el gobierno cubano:
«Cuba sigue siendo un refugio para criminales internacionales y grupos terroristas. Mi administración no permitirá que ningún país hostil socave la seguridad de Estados Unidos y de nuestros aliados».
Con esta decisión, Trump retoma la política de máxima presión hacia Cuba, implementada durante su primer mandato, y marca un cambio significativo respecto a los intentos de Biden por normalizar las relaciones bilaterales.
La medida ha generado un amplio debate en Estados Unidos, con sectores que aplauden la firmeza de Trump y otros que critican la falta de continuidad en una política exterior orientada al diálogo.