El Departamento del Interior de Estados Unidos anunció oficialmente el cambio de nombre del Golfo de México, que ahora será conocido como el “Golfo de América”. Además, la montaña Denali de Alaska, el pico más alto de América del Norte, recuperará su antiguo nombre, Monte McKinley, revirtiendo la designación otorgada por Barack Obama en 2015.
Ambas decisiones responden a una orden ejecutiva firmada por el presidente Donald Trump en su primer día de mandato. En un comunicado, el Departamento del Interior declaró:
“De acuerdo con la reciente orden ejecutiva del presidente Donald J. Trump, se implementa la restauración de nombres que honran el legado de la grandeza estadounidense”.
Durante su discurso inaugural, Trump reiteró su intención de llevar a cabo estos cambios como parte de su visión de “restaurar el respeto y la admiración por Estados Unidos en el mundo”.
El presidente defendió el cambio del nombre del Golfo de México como un símbolo del liderazgo estadounidense:
“Estados Unidos recuperará su lugar como la nación más grande, poderosa y respetada de la Tierra. Por eso, el Golfo de México será el Golfo de América”, afirmó.
El Golfo de México, conocido en México con el mismo nombre traducido al español, es una vasta área de 617,800 millas cuadradas que baña las costas de cinco estados del sureste de EE.UU.
El cambio de nombre ha generado reacciones mixtas, con críticos argumentando que decisiones de este tipo deben ser consensuadas a nivel internacional. La Organización Hidrográfica Internacional, encargada de registrar y estandarizar los nombres de mares y océanos, será clave para determinar si otros países adoptan esta nueva designación.
Además, la decisión de renombrar el Monte Denali como Monte McKinley también ha suscitado debates. Este cambio representa una restauración del nombre otorgado en honor al presidente William McKinley, aunque los habitantes nativos de Alaska han preferido históricamente el nombre “Denali”, que significa “el alto” en el idioma koyukón.
El cambio del nombre del Golfo de México surge en medio de una larga historia de tensiones entre Estados Unidos y México, particularmente desde la campaña de Trump en 2016, cuando prometió construir un muro en la frontera sur financiado por el gobierno mexicano.
Para algunos analistas, esta decisión de renombrar al Golfo es simbólica y refuerza el discurso nacionalista del expresidente. Sin embargo, expertos han señalado que los nombres de cuerpos de agua internacionales no pueden ser modificados unilateralmente y que otros países no están obligados a adoptar esta nueva denominación.
Por su parte, el gobierno mexicano no ha emitido una declaración oficial sobre el tema, aunque fuentes diplomáticas han señalado que esta medida no cambiará el uso del término “Golfo de México” dentro de su territorio.
Con esta orden ejecutiva, Trump busca consolidar su legado bajo la bandera del nacionalismo y el orgullo estadounidense, dejando claro que las medidas para “hacer a América grande de nuevo” incluyen incluso cambios en la cartografía.
Honestamente, me cuesta entender por qué cambiar el nombre del Golfo de México a «Golfo de América» sería una prioridad. Para mí, este tipo de decisiones parecen más un gesto político que algo con impacto real. Además, como alguien que valora la historia compartida entre países, siento que es una falta de consideración hacia México y su relación con Estados Unidos.
Para ser sincero, estas acciones me dejan una sensación de desconexión. Pienso que hay problemas más urgentes en los que enfocarse, y este tipo de medidas me parecen innecesarias. En lo personal, valoro más iniciativas que construyan puentes entre culturas que aquellas que refuercen divisiones.