El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, reafirmó su compromiso con implementar deportaciones masivas como una de las prioridades de su próxima administración, destacando que el costo de este plan «no tiene precio» cuando se trata de garantizar la seguridad nacional.
Trump argumentó que la frontera sur debe ser «fuerte y poderosa» para evitar la entrada de criminales y narcotraficantes, aunque sigue abierto a que las personas entren al país de forma legal.
Trump también celebró el apoyo de los votantes hispanos, señalando que obtuvo un 45 % de sus votos, un récord para un candidato republicano.
Según Trump, los migrantes legales apoyan su enfoque en la seguridad fronteriza y desean un sistema migratorio que permita la entrada de personas que respeten las leyes y amen a EE.UU., marcando así un «realineamiento» en el apoyo de ciertas minorías hacia el Partido Republicano.
Durante su campaña, Trump prometió el «mayor programa de deportaciones en la historia» y se comprometió a reforzar el personal fronterizo, completar el muro en la frontera con México y limitar el ingreso de personas de ciertos países.
Este enfoque responde, según él, al deseo de los estadounidenses de tener políticas migratorias más estrictas, algo que considera en desacuerdo con el pensamiento de los demócratas.