El expresidente Donald Trump inauguró la 62.ª edición de la Daytona 500 con una vuelta en su limusina presidencial, “La Bestia”, antes del inicio de la icónica carrera de NASCAR en Florida.
En su discurso de apertura, Trump destacó la emoción del evento y expresó su apoyo a los pilotos, técnicos y equipos de boxes, además de rendir homenaje a los militares y veteranos estadounidenses.
Su presencia marcó la segunda vez en la historia que un presidente estadounidense ejerce como Gran Mariscal en la Daytona 500, siguiendo los pasos de George W. Bush en 2004.
El ambiente en el Daytona International Speedway se vio influenciado por la fuerte presencia del expresidente, con opiniones divididas entre los asistentes.
Algunos lo recibieron con entusiasmo, mientras que otros expresaron su incomodidad, señalando que la carrera más importante del año parecía haberse convertido en un mitin político. Aun así, Trump aprovechó la oportunidad para reunirse con pilotos y dueños de equipos en un espacio privado antes de dirigirse al público.
La Daytona 500, considerada el “Super Bowl de NASCAR”, dio inicio a la temporada con 40 pilotos compitiendo en una carrera de 200 vueltas y 500 millas. El ganador no solo se llevaría el prestigioso trofeo Harley J. Earl, sino también un premio de aproximadamente 1.5 millones de dólares.
La organización del evento, liderada por Chip Wile, presidente del Daytona International Speedway, expresó su honor de contar con la presencia de un mandatario en una de las competencias más importantes del automovilismo estadounidense.