El terremoto de magnitud 7,7 que sacudió Birmania hace una semana ha dejado un saldo devastador de más de 3.100 muertos, 4.500 heridos y 221 desaparecidos.
Con más de 300 réplicas registradas, el sismo ha afectado a 17 millones de personas, de las cuales 9 millones se encuentran en condiciones críticas. Seis regiones han sido declaradas en emergencia debido a los daños estructurales en viviendas, hospitales, templos y escuelas.
Las ciudades más golpeadas incluyen Mandalay, donde miles de personas han quedado sin hogar, y Sagaing, que sufrió destrucción en un 70%. Organismos internacionales han alertado sobre el alto riesgo de brotes de enfermedades debido a la falta de agua potable y saneamiento.
Equipos de rescate de 15 países trabajan en las zonas afectadas, mientras organizaciones como la Cruz Roja y la OMS han solicitado más de 160 millones de dólares en ayuda humanitaria.
El impacto del terremoto se sintió en países vecinos como Tailandia, China e India. En Bangkok, a 1.000 kilómetros del epicentro, el colapso de un edificio en construcción dejó 22 muertos y decenas de desaparecidos. Las autoridades continúan con las labores de rescate, aunque con pocas esperanzas de hallar sobrevivientes.
Un terremoto de 7.7 es una tragedia segura, pero 3,100 muertos es un desastre total
Más de 300 réplicas no dejan que la gente ni siquiera empiece a recuperarse
Sagaing destruida en un 70%, básicamente una ciudad borrada del mapa
La falta de agua y saneamiento trae otra amenaza: enfermedades y epidemias
La Cruz Roja y la OMS pidiendo 160 millones de dólares, la crisis es enorme