Los recortes de financiación de EE.UU. a programas de VIH/SIDA en África, impulsados por la administración de Trump, podrían provocar cientos de miles de muertes en la región. Solo en Sudáfrica, los expertos estiman hasta 500,000 fallecimientos en la próxima década debido a la interrupción de tratamientos y la falta de acceso a medicamentos antirretrovirales.
Además, el gobierno de Trump suspendió fondos para ONUSIDA, afectando a 55 países que dependían de este apoyo para sus programas de prevención y atención médica.
El impacto ya se siente con el cierre de clínicas y la interrupción de servicios esenciales en varios países africanos, donde millones de personas viven con VIH.
En Sudáfrica, cientos de miles han quedado sin tratamiento, mientras que en Costa de Marfil más de 500 centros de salud cerraron, dejando sin atención a la mayoría de los pacientes. En Mozambique y Tanzania, las pruebas de VIH han sido suspendidas y miles de trabajadores de salud han perdido sus empleos.
Ante la crisis, algunos países han buscado soluciones locales para cubrir el vacío financiero, como Sudáfrica y Nigeria, que han destinado fondos de emergencia para sostener los tratamientos. Sin embargo, la falta de apoyo internacional complica la continuidad de estos programas.
ONUSIDA y expertos en salud instan a la Unión Europea y a organizaciones privadas como la Fundación Bill y Melinda Gates a aumentar su financiamiento para evitar una catástrofe sanitaria.
Recortan fondos, pero no recortan el problema.
Tantas vidas en juego y todavía hay gente que cree que la salud es un lujo.
Trump dejó su marca, y no precisamente una buena en África.
La salud pública no puede depender de la política, pero lamentablemente siempre lo hace.
¿Y la comunidad internacional? Mirando pa’ otro lado como siempre.
África ha aprendido a sobrevivir sin ayuda externa, pero ¿hasta cuándo?
Se necesita menos discurso y más acción de los grandes donantes.