Singapur ha intensificado las ejecuciones por delitos relacionados con las drogas, con nueve personas ejecutadas este año y más de 50 reclusos actualmente en el corredor de la muerte.
La reciente ejecución de Masoud Rahimi Mehrzad, condenado a la pena capital por tráfico de drogas, ha generado polémica. Activistas y organizaciones internacionales, como Naciones Unidas y Human Rights Watch, critican la medida y piden un enfoque basado en los derechos humanos para tratar el problema de las drogas.
Los activistas contra la pena de muerte enfrentan desafíos crecientes en Singapur. Grupos como el Colectivo de Justicia Transformativa han denunciado un clima de intimidación, señalando que las autoridades utilizan la Ley de Protección contra Falsedades para controlar sus publicaciones y desacreditarlos.
A pesar de los riesgos legales, estos activistas continúan amplificando las historias de los condenados como una forma de generar empatía y promover el cambio.
El gobierno de Singapur sostiene que la pena capital es un elemento disuasorio eficaz contra el tráfico de drogas, mientras refuerza su postura con campañas que recuerdan a las víctimas del narcotráfico. Sin embargo, las crecientes críticas internacionales han puesto a la ciudad-estado bajo el escrutinio global, especialmente tras los recientes casos de ejecuciones rápidas y apelaciones fallidas, lo que ha alimentado un intenso debate sobre la efectividad y moralidad de esta política.