A finales de año, el Museo de la Victoria de Moscú, que glorifica el valor ruso en la Segunda Guerra Mundial, realizó una “búsqueda histórica” para niños. Un video promocional mostraba a los jóvenes disparando rifles de plástico y lanzando granadas de juguete a un tanque que se acercaba.
El evento real fue menos emocionante: las actividades incluían rompecabezas y repetir como loros eslóganes patrióticos. Los niños llevaban gorras de soldados soviéticos. El personal del museo y los acompañantes llevaban cosida en sus camisetas la letra Z, símbolo de apoyo a la invasión rusa de Ucrania.
El año pasado, el Parlamento ruso promulgó planes para crear un movimiento juvenil que emule a los Pioneros, una organización de la era comunista que solía promover la ideología soviética. El Kremlin también sostuvo lecciones de “valores rusos” en el programa escolar, para defenderse de la decadencia occidental. En septiembre, la formación militar básica, que incluye consejos sobre cómo manejar un Kalashnikov, será obligatoria para los alumnos a partir de 16 años.
Este impulso patriótico requiere justificar la invasión del presidente Vladimir Putin, que la presenta como la defensa de los valores tradicionales frente a Occidente. Los niños deben tener una impresión positiva de la vida en el ejército; después de todo, muchos de ellos podrían alistarse pronto.
Está siendo precavido Putin. Ese maldito loco