Los combates entre el Ejército de la República Democrática del Congo (RDC) y el grupo rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23) en Goma y sus alrededores dejaron al menos 700 muertos y más de 2,700 heridos, según la ONU.
La violencia desatada ha afectado gravemente a la población civil, dejando los hospitales desbordados y los servicios básicos paralizados. Las autoridades han advertido sobre el riesgo inmediato de enfermedades, como el cólera, debido a la falta de agua potable, lo que agrava aún más la crisis humanitaria en la región.
La situación empeoró cuando, el lunes 29 de enero, los rebeldes del M23 tomaron Goma, la capital de la provincia de Kivu del Norte. La ocupación de la ciudad, que alberga a dos millones de habitantes y es sede de varias instituciones internacionales, ha sido calificada como una «gravísima crisis humanitaria».
A medida que las hostilidades entre las fuerzas armadas congoleñas y el M23 se intensifican, los esfuerzos humanitarios y la capacidad de respuesta se ven gravemente afectados.
El conflicto también ha elevado las tensiones con Ruanda, con la acusación por parte del gobierno congoleño de que Ruanda apoya al M23. A su vez, Ruanda y el M23 acusan al Ejército congoleño de cooperar con las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR).
La región ha estado en conflicto desde 1998, y la presencia de la misión de paz de la ONU (Monusco) no ha logrado detener la violencia generalizada.