La administración de Donald Trump ha impuesto su primera ronda de sanciones contra Irán desde su regreso a la Casa Blanca, en un esfuerzo por reinstaurar su estrategia de “máxima presión” sobre Teherán.
Estas medidas, anunciadas por el Departamento del Tesoro, están dirigidas a la red petrolera iraní, afectando empresas, embarcaciones y personas vinculadas a compañías previamente sancionadas.
Según el secretario del Tesoro, Scott Bessent, los ingresos petroleros de Irán continúan financiando su programa nuclear, la producción de misiles balísticos y el apoyo a grupos armados en la región.
Las sanciones llegan tras la reciente firma de una orden ejecutiva de Trump, en la que exige endurecer las restricciones económicas contra Irán con el objetivo de reducir a cero sus exportaciones de petróleo.
Aunque el expresidente Joe Biden intentó revivir el acuerdo nuclear de 2015, las negociaciones fracasaron, en parte debido a la escalada del conflicto en Gaza. Los republicanos han criticado la administración anterior por no ser lo suficientemente estricta en la aplicación de sanciones, especialmente en la venta de petróleo iraní a China.
A pesar del endurecimiento de las sanciones, Trump ha dejado abierta la posibilidad de diálogo con Teherán, asegurando que no busca la destrucción del país, sino evitar que obtenga armas nucleares.
Sin embargo, Irán insiste en que su programa nuclear tiene fines pacíficos y ha intensificado el enriquecimiento de uranio en respuesta a las sanciones. Mientras tanto, Israel, el principal aliado de Estados Unidos en la región, sigue siendo señalado por poseer un arsenal nuclear no declarado.