El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, confía en que la comunidad internacional ignore las protestas masivas que estallaron tras la detención de su principal opositor, Ekrem Imamoglu, alcalde de Estambul.
Imamoglu fue arrestado bajo cargos de corrupción y terrorismo, lo que ha generado una ola de manifestaciones en varias ciudades de Turquía. Sin embargo, la reacción de Occidente ha sido mínima, lo que refuerza la apuesta de Erdogan por mantener el control sin consecuencias externas.
Según analistas, Erdogan cree que su importancia geopolítica hace que Europa y EE. UU. pasen por alto sus acciones contra la oposición. Turquía juega un papel clave en el conflicto de Ucrania, además de tener influencia en Oriente Medio y África, lo que la convierte en un aliado estratégico.
Mientras el presidente estadounidense, Donald Trump, reconsidera el papel de Washington en Europa, Ankara gana peso en la seguridad regional.
Las reacciones de líderes occidentales han sido tibias, con Alemania calificando el arresto de «deprimente» y EE. UU. evitando pronunciamientos fuertes. Analistas sostienen que Erdogan ha sabido leer el contexto global y no enfrentará sanciones o represalias significativas.
A pesar de las protestas internas, el mandatario turco parece confiado en que la comunidad internacional priorizará sus intereses estratégicos sobre la situación democrática en su país.
Erdogan sigue jugando su carta geopolítica: «me necesitan más de lo que me critican
Arresto de Imamoglu = golpe directo a la oposición, pero Occidente solo murmura.
Alemania dice que el caso es “deprimente”, pero hasta ahí llegó la indignación.
EE.UU. con Trump en la Casa Blanca no parece muy preocupado por Turquía.
Turquía es clave en la seguridad regional, y Erdogan lo sabe mejor que nadie.