Cientos de personas han muerto en Siria en una ola de violencia desatada por enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno interino y combatientes leales al derrocado Bashar al-Assad.
Los ataques comenzaron el jueves en las gobernaciones de Latakia y Tartous, donde los leales a Assad emboscaron a las fuerzas gubernamentales en puestos de control y convoyes. En respuesta, el gobierno envió refuerzos a la zona y declaró toque de queda, mientras civiles y antiguos miembros del régimen buscaron refugio en la base militar rusa de Khmeimim.
El presidente interino Ahmed al-Sharaa instó a los combatientes a rendirse y aseguró que perseguirá a los responsables de los ataques. Organismos internacionales, como la ONU, han expresado su preocupación por el creciente número de víctimas, mayormente civiles, y han llamado a la moderación.
A pesar de que la intensidad de los combates ha disminuido, aún se reportan escaramuzas en varias localidades, aumentando la inestabilidad en el país.
Expertos advierten que la violencia representa una prueba de fuego para el gobierno interino, que enfrenta sanciones internacionales y desafíos de seguridad, incluyendo la presencia de tropas israelíes en el suroeste.
Analistas destacan que la falta de reconciliación tras la salida de Assad ha generado un clima de venganza y represalias, dificultando la consolidación del nuevo gobierno y aumentando el riesgo de un conflicto prolongado.
Siria sigue en guerra sin fin, cada vez con más muertos y más caos.
Sin reconciliación, esto será un círculo vicioso de venganza y más violencia.
Siria sigue atrapada en el caos, incluso después de la caída de Assad.
La violencia entre el gobierno interino y los leales a Assad complica aún más la situación.
Rusia sigue jugando un papel clave con su base en Khmeimim.
Toque de queda y refuerzos militares, pero la inestabilidad persiste.
La ONU pide moderación, pero en Siria eso rara vez se cumple.