Los combates entre los rebeldes del M23 y las fuerzas progubernamentales se han intensificado en el este de la República Democrática del Congo, a pesar de los intentos de mediación regional para alcanzar un alto el fuego.
El grupo rebelde, respaldado por Ruanda, lucha en Kivu del Norte y Kivu del Sur contra los Wazalendo, aliados del gobierno, mientras la comunidad internacional presiona por una tregua. El conflicto ha causado miles de muertes y desplazamientos masivos, con el M23 tomando ciudades clave como Goma y Bukavu.
El líder rebelde Corneille Nangaa ha rechazado las negociaciones sin la participación de su grupo y prometió continuar la lucha. Mientras tanto, líderes regionales de la Comunidad de África Oriental (EAC) y la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) han nombrado un nuevo equipo de mediadores, reemplazando al presidente angoleño João Lourenço, quien se retiró del proceso.
Las tensiones se agravan con la negativa del M23 a retirarse de Walikale y el fracaso de un encuentro entre los presidentes de Ruanda y el Congo en Qatar.
Burundi también ha acusado a Ruanda de apoyar a grupos rebeldes para desestabilizar su territorio, lo que aumenta la tensión en la región. El presidente burundés, Evariste Ndayishimiye, advirtió que no permitirán ataques como los sufridos en el Congo.
Ruanda ha negado las acusaciones, asegurando que trabaja con Burundi para garantizar la seguridad fronteriza. La situación sigue siendo volátil, mientras los esfuerzos diplomáticos buscan frenar la escalada del conflicto.
Eso de mediación suena bonito, pero si llevan años en lo mismo, no parece que quieran soltar las armas.
Cuando los intereses de las potencias están de por medio, la paz siempre se atrasa.
El Congo tiene de todo: minerales, petróleo… No es casualidad que siempre esté en guerra.
Ruanda niega que apoya a los rebeldes, pero cada vez que el M23 avanza, allá nadie se sorprende.
La historia se repite: guerras en África que los medios solo mencionan cuando se pone feo.