Inició recientemente la construcción del motor de cohete de fusión más grande de la historia, con una cámara de 8 m de largo a cargo de la empresa aeroespacial con sede en Bletchley (Reino Unido), Pulsar Fusion.
La tecnología se basa en replicar las reacciones del núcleo del Sol dentro de un cohete. El plasma ultracaliente deberá estar encerrado a muy altas presiones de manera estable y segura.
James Lambert, director financiero de la compañía, comentó que «la dificultad es aprender a retener y confinar el plasma súper caliente dentro de un campo electromagnético».
La empresa se ha asociado a Princeton Satellite Systems, con sede en Nueva Jersey (EE.UU.), para usar algoritmos de inteligencia artificial (IA) y supercomputadoras con el objetivo de predecir mejor cómo es probable que se comporte el plasma y cómo podría controlarse con mayor precisión.
El director general de Pulsar Fusion, Richard Dinan, señaló que los motores satelitales que fabrican actualmente producen más de 40 km por segundo en velocidades de escape. «Esperamos lograr más de 10 veces eso con la fusión», subrayó. También explicó que la tecnología «tiene el potencial de reducir a la mitad los tiempos de misión a Marte, reducir el tiempo de vuelo a Saturno de ocho años a dos y, en última instancia, empoderar a la humanidad para que abandone nuestro sistema solar».
Direct Fusion Drive es un motor de cohete compacto que está diseñado para producir empuje y energía eléctrica a las naves espaciales interplanetarias. Es más eficiente que otras opciones y no necesita una gran carga de combustible. Los modelos muestran que esta tecnología puede impulsar potencialmente una nave espacial con una masa de aproximadamente una tonelada a Plutón en 4 años.
Cuando todo funcione, se alcanzarán temperaturas de varios cientos de millones de grados en su cámara, lo que la hará más caliente que el Sol. La energía liberada podría impulsar los cohetes a velocidades de 804.672 kilómetros por hora. Los ingenieros realizarán en el 2027 una demostración en el espacio, donde la falta de atmósfera y las temperaturas ultrafrías son más propicias para las reacciones