El clima extremo ha empujado a las autoridades de Uruguay a una respuesta extrema, es así como el embalse Paso Severino, que suministra agua dulce a más de la mitad de los 3,4 millones de habitantes del país, está al 5% de su capacidad.
La Administración de Obras Sanitarias del Estado obtuvo este mes permiso para superar los límites legales de sodio y cloruro en el agua potable pública y ha empezado a añadir suministro desde el Río de la Plata, el estuario donde el agua dulce de los ríos Paraná y Uruguay se encuentra con el agua salada del Océano Atlántico.
El resultado: la cantidad de sodio en el agua del grifo ha alcanzado los 421 miligramos por litro, según anunció el gobierno la semana pasada. Eso es más del doble de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, un 50% más que el límite autorizado anteriormente en Uruguay y 10 veces los niveles históricos del sistema.
El cloruro ha alcanzado los 686 miligramos por litro de cloruro, también un 50% más que el límite autorizado anteriormente.
“Para la población en general, no es un problema de salud”, declaró a la prensa la Ministra de Salud Pública, Karina Rando, cuando se anunció la medida. Pero su ministerio lanzó una advertencia: “En cuanto a las personas con hipertensión, enfermedades renales y personas que tienen recomendación médica de dieta restringida en sal, se recomienda extremar los controles de presión arterial, no descuidar sus controles médicos y, de ser posible, consumir agua embotellada.”
Los políticos de la oposición y algunos uruguayos culpan al Presidente Luis Lacalle Pou de lo que consideran incompetencia o corrupción. Los manifestantes han coreado: “No es sequía, es saqueo”.
“La propia crisis podría haber tenido un plan de comunicación mucho más anticipado. Desde el año pasado se advertía de que la sequía iba a continuar”, ha dicho el ex ministro de Medio Ambiente Carlos Colacce. “De un día para otro nos enteramos de que el agua tiene que empezar a salir salada”.
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