Fuerzas de seguridad sirias y combatientes leales al derrocado Bashar al-Assad se enfrentaron en Latakia y Tartous, dejando más de 70 muertos según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
La violencia sacudió el bastión alauita del país, con ataques coordinados contra instalaciones militares y de seguridad. El gobierno envió refuerzos y estableció un toque de queda para intentar restablecer el orden.
El presidente interino Ahmed al-Sharaa lucha por consolidar su poder en medio de sanciones y tensiones internas. Mientras algunas zonas fueron aseguradas, en otras como Banias los combates continuaban. Turquía advirtió sobre las provocaciones en la región, señalando que amenazan la estabilidad de Siria y su entorno.
El Consejo Islámico Alauita responsabilizó al gobierno por la violencia y pidió la intervención de la ONU. La comunidad alauita, que tuvo un rol clave en el régimen de Al-Assad, denuncia persecución desde su caída. Mientras el gobierno culpa a estos grupos de los ataques, la tensión sigue en aumento en la costa siria.