Haití llega a su cuarto año sin un gobierno electo en las urnas, sumido en una crisis política y humanitaria sin precedentes. La inestabilidad comenzó en 2020 con la controversia sobre el mandato del expresidente Jovenel Moïse, asesinado en julio de 2021.
Desde entonces, el país ha estado gobernado por líderes de transición sin una hoja de ruta clara para restaurar el orden democrático. Mientras tanto, la inseguridad, la crisis alimentaria y el colapso de los servicios básicos han agravado la situación, dejando a la población en un estado de incertidumbre total.
El Consejo Presidencial de Transición (CPT), creado en 2024, ha prometido elecciones para 2025, incluyendo un referéndum constitucional y la elección de un nuevo presidente, senadores, diputados y alcaldes.
Sin embargo, el escepticismo prevalece, ya que gran parte del país, especialmente la capital Puerto Príncipe, está controlada en un 85% por bandas armadas que imponen el terror. A pesar de los esfuerzos de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad en Haití (MSS), liderada por Kenia, la violencia sigue escalando, con secuestros, asesinatos y desplazamientos masivos de ciudadanos.
El gran desafío para las autoridades de transición será lograr la estabilidad suficiente para llevar a cabo unas elecciones legítimas y restaurar la gobernabilidad. Sin embargo, con una administración debilitada, un sistema judicial que enfrenta corrupción interna y una crisis de seguridad sin solución inmediata, el futuro de Haití sigue siendo incierto.
Mientras tanto, miles de haitianos continúan huyendo del país en busca de un refugio más seguro, principalmente en Estados Unidos y México, en medio de un éxodo que refleja la desesperación de una nación que aún busca esperanza.