La reciente decisión del gobierno de Donald Trump de suspender temporalmente la ayuda exterior ha generado preocupación a nivel internacional, especialmente en Ucrania.
A pesar de las declaraciones del presidente Volodímir Zelenski asegurando que la asistencia militar estadounidense no se ha detenido, informes de medios como The New York Times y The Washington Post indican que la medida afecta directamente a programas clave de apoyo militar y económico para Kiev.
La orden, firmada por el secretario de Estado Marco Rubio, establece una pausa de 90 días en la financiación de diversos programas mientras se evalúa su efectividad y alineación con la política exterior de Washington.
Más allá del impacto en Ucrania, la suspensión de fondos abarca a otras naciones como Taiwán y Jordania, afectando proyectos en áreas como salud, educación y derechos humanos.
Funcionarios y líderes de organizaciones humanitarias han advertido que la interrupción de estos programas podría ser devastadora y, en algunos casos, irreversible.
De hecho, algunos fondos destinados a la resiliencia climática, los derechos reproductivos y la diversidad han sido cancelados de manera definitiva, lo que marca un cambio significativo en la dirección de la política exterior estadounidense bajo la nueva administración republicana.
A pesar de la amplitud de la medida, algunas excepciones han sido contempladas. Israel y Egipto seguirán recibiendo financiamiento militar, y los programas de asistencia alimentaria de emergencia continuarán operando.
Sin embargo, la suspensión de Uniting for Ukraine, un programa crucial para la admisión de refugiados ucranianos en EE.UU., ha generado inquietud entre los desplazados por la guerra.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención si esta pausa en la ayuda extranjera es solo temporal o el inicio de una reconfiguración profunda en las relaciones exteriores de Estados Unidos.