La región de Idlib, en Siria, ha sido escenario de ataques aéreos masivos perpetrados por las fuerzas del régimen de Bashar al-Assad y sus aliados rusos. Las zonas residenciales han sufrido daños significativos, con edificios en llamas y un alto número de víctimas civiles.
Los Cascos Blancos sirios trabajan sin descanso para rescatar a personas atrapadas entre los escombros y llevar a los heridos a centros médicos. Según informes locales, los bombardeos son una respuesta directa al avance de los rebeldes en el noroeste del país.
El grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham lidera la ofensiva rebelde que recientemente tomó el control de Alepo y varias ciudades clave, incluidas Tal Rifaat y el estratégico aeropuerto internacional de Alepo, utilizado anteriormente por el régimen sirio. Desde allí, los rebeldes han avanzado hacia el sur y, según informes, han llegado a la ciudad de Hama.
Los líderes insurgentes prometen continuar su avance hacia Damasco con el objetivo de “liberar” al país. Mientras tanto, las tensiones aumentan cerca de la frontera turca, donde los kurdos han denunciado ataques y exigido la intervención internacional.
Las protestas se han intensificado en todo el país. En el norte, la comunidad kurda se moviliza contra los bombardeos, mientras que en el sur, miles de manifestantes apoyan el avance de los rebeldes y condenan al régimen de Assad.
La situación en Siria se deteriora rápidamente, con crecientes llamados de diferentes sectores a las grandes potencias para poner fin a la violencia que continúa afectando gravemente a la población civil.
La lucha por Damasco suena como un eco interminable de dolor.