La reciente decisión del presidente de EE. UU., Joe Biden, de permitir que Ucrania ataque territorio ruso con misiles de largo alcance ha generado reacciones contundentes en Moscú.
Aunque esta flexibilización de las restricciones a los ataques de Ucrania con armamento estadounidense se anunció tras la presencia de tropas norcoreanas en Rusia y la presión de aliados occidentales, Rusia advirtió que este cambio en la política podría escalar el conflicto y transformarlo en una guerra directa entre la OTAN y Rusia.
El Kremlin ha señalado que esto podría cambiar «dramáticamente la naturaleza del conflicto», y ha amenazado con represalias. A pesar de las advertencias rusas, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, respondió de manera contenida, afirmando que las acciones en el terreno hablarían por sí solas, y que los misiles serían la respuesta más efectiva.
Funcionarios y medios rusos calificaron la decisión como una escalada peligrosa, e incluso algunos legisladores rusos la interpretaron como un paso hacia la Tercera Guerra Mundial.
En contraste, algunos países bálticos de la OTAN, como Lituania y Estonia, apoyaron la medida, argumentando que no debe haber restricciones al apoyo militar a Ucrania. El cambio en la política de Biden ha llegado en un momento crítico, cuando el conflicto se acerca a los 1,000 días y Rusia continúa su ofensiva en el este de Ucrania.
La intensificación de los ataques aéreos rusos y la creciente participación de otros actores en el conflicto refuerzan la incertidumbre sobre cómo evolucionará la guerra.