Ayer viernes, más de un millar de hondureños participaron en una marcha con antorchas exigiendo la renuncia de la presidenta Xiomara Castro, tras la difusión de un video que vincula a su Gobierno con actividades de narcotráfico. Los manifestantes también demandaron la restitución del tratado de extradición con Estados Unidos.
La movilización, que se mantuvo pacífica, fue encabezada por políticos de la oposición y el grupo Ejército Ciudadano de Paz. Los manifestantes, vestidos con camisetas blancas, azules y de la selección nacional, coreaban consignas como «Fuera el familión», «Aquí no es Venezuela», «Libre nunca más» y «Sí a la extradición», mientras portaban una gran pancarta que pedía la dimisión de Castro con el mensaje «Renuncia ya».
Fernando Anduray, líder del Partido Nacional y principal figura de la oposición, declaró que «9 de cada 10 hondureños están dispuestos a sacar al Partido Libre del poder». Anduray también afirmó que, si Castro renunciara, las Fuerzas Armadas deberían seguir su ejemplo, insinuando que su renuncia sería una aceptación de su vinculación con el narcotráfico.
El martes, la organización estadounidense InSight Crime reveló un video en el que narcotraficantes hondureños negocian sobornos con Carlos Zelaya, cuñado de Xiomara Castro y hermano del expresidente Manuel Zelaya. En el video, Devis Leonel Rivera Maradiaga, exlíder del cartel Los Cachiros, ofrece un soborno al Partido Libre, al que Carlos Zelaya responde que «la mitad es para el comandante», en referencia al expresidente Zelaya.Carlos Zelaya admitió el 31 de agosto haber tenido reuniones con narcotraficantes que ofrecieron dinero para financiar la campaña del Partido Libre, y anunció su renuncia como diputado y secretario del Parlamento hondureño ese mismo día. Xiomara Castro calificó la reunión de su cuñado como un «error deplorable» y denunció un intento de golpe de Estado en su contra.
La exigencia de renuncia refleja una profunda crisis de confianza entre el gobierno de Xiomara Castro y la población, lo que podría desencadenar una crisis institucional.
Cuando el pueblo se une, hasta los mandatarios más fuertes tiemblan.
Parece que la presidenta no ha cumplido las expectativas de quienes la eligieron.
Las promesas de cambio se quedaron en el aire, y la gente ya está cansada.
El descontento en las calles es la verdadera encuesta de popularidad.
La situación está tan caliente en Honduras como la política misma.
Honduras no quiere más de lo mismo, por eso piden la renuncia.
Si miles exigen la renuncia, es hora de que el gobierno se pregunte qué está fallando.
Cuando los ciudadanos hablan en masa, los gobernantes deben escuchar o sufrir las consecuencias.
Si el gobierno no toma medidas inmediatas para recuperar la confianza de la población, la estabilidad democrática en Honduras podría verse seriamente amenazada.
Que se vaya esa sucia