Haití sobrevivió a duras penas a otro año de crisis económica, política, social, y a un brote de cólera para rematar a una población duramente castigada por las bandas criminales.
El país caribeño vive hace meses una ola de inseguridad y violencia, acentuada por la crisis de carburantes, la inflación y la falta de gobernanza que prima desde el asesinato en 2021 del presidente Jovenel Moise (2017-2021), por lo cual se pidió, incluso, una intervención militar humanitaria.
En su más reciente reporte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) confirmó que Haití cerrará el año con una contracción de 0,7%, la mayor de la región.
A su vez, la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) señaló que desde inicios de año 1.448 personas fueron asesinadas, 1.145 heridas y 1.005 secuestradas por las bandas criminales que operan en Haití, con el presunto apoyo de elites económicas y políticas.
Fruto de este imperio del terror, las bandas mantienen bajo su control más del 60% de la capital haitiana, Puerto Príncipe, y someten mediante el miedo y la violencia sexual a unos 4,7 millones de habitantes, que también padecen hambre.
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